Somos conscientes de la importancia que el papel de la
comunicación juega en la familia, lo escuchamos y observamos en
diferentes medios, lo tenemos presente constantemente, pero seguimos haciéndonos determinadas cuestiones relativas al significado del concepto "comunicación".
Cuando nos relacionamos con nuestros hijos normalmente
cuidamos lo que decimos, cómo nos
dirigimos a ellos, nos centramos en el habla y pretendemos así que aprendan a
escucharnos. Esto es coherente y necesario, pero desde esta posición de
hablante nos olvidamos de la posición de escucha que también nuestro hijo requiere
de nosotros para aprender a comunicarse.
En este sentido, sin
mostrarnos como sujeto de escucha activa, obviamos darle un lugar de
comprensión y validación de sus propias emociones y experiencias dificultando,
incluso negando en ocasiones, su propia expresión,
favoreciendo así un espacio complicado de comunicación, por lo menos fluida y
bidireccional.
La dificultad de ofrecer un reconocimiento y un valor a determinadas emociones (como la ira, la tristeza, la culpa, emociones dificiles de validar y expresar de una manera normalizada, sana y saludable en nosotros mismos y en nuestros hijos), supone la necesidad de buscar alternativas de expresión (desde la imposibilidad de la expresión verbal, a la explosión comportamental, como rabietas, lloros y expresiones violentas y/o agresivas de ira).
La dificultad de ofrecer un reconocimiento y un valor a determinadas emociones (como la ira, la tristeza, la culpa, emociones dificiles de validar y expresar de una manera normalizada, sana y saludable en nosotros mismos y en nuestros hijos), supone la necesidad de buscar alternativas de expresión (desde la imposibilidad de la expresión verbal, a la explosión comportamental, como rabietas, lloros y expresiones violentas y/o agresivas de ira).

Concluyendo, debemos tener en cuenta dos aspectos importantes a la hora de comunicarnos con nuestros
hijos. Por un lado, el fomento y
desarrollo por ambas partes de la
expresión sana, fluida y saludable de todas las emociones y sentimientos personales, y
por otro lado, la escucha activa de
todos los componentes, favoreciendo así el protagonismo de todos respecto
de la participación en la comunicación y en particular la experiencia y
desarrollo vital de nuestros hijos en su aprendizaje y maduración personal.
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