Muchos padres
piensan que exigir y establecer normas y limites a los hijos puede suponer posibles
disputas de poder y dominación, menos cariño y discusiones entre nosotros y
nuestros hijos. Puede llegar a sorprender la respuesta de los mismos frente a
una actuación saludable por nuestra parte como guías y orientadores.
Los niños
necesitan límites y normas claras, así se sienten más seguros, es necesario que
el adulto responsable sea quien defina dichas fronteras entre él y el contexto,
no solo limitándole sino protegiéndole inicialmente del mundo que le rodea,
frente al cual desde un inicio se muestra indefenso.
Hemos de
tener presente que los límites, las reglas y las normas favorecen la
comprensión y descubrimiento progresivo del mundo, la asimilación y acomodación
al contexto familiar y social, además les ayuda a encuadrar un escenario saludable
para su propio desarrollo.
Establecer
una serie de limites también favorece la maduración del autocontrol, ayuda a
tolerar y controlar la frustración. De esta manera, desde nuestra paciencia,
nos definimos como modelos de protección y socialización, contenedores del
malestar y favorecedores de la autorregulación, desde la contención y la nutrición
afectiva y emocional.
Para ello
debemos mostrarnos seguros y firmes,
desde la afectividad y la comprensión de las dificultades que puedan surgir en
la apropiación de la normativa por parte del hijo, coherentes entre los padres
y consensuando los límites entre los adultos de referencia para el menor,
mostrándonos pacientes en su frustración y acompañando los procesos de
aprendizaje y autocontrol.
Progresivamente,
con el crecimiento del hijo, vamos a tener que ir flexibilizando y modificando las fronteras y
límites establecidos, vamos a transitar desde la corrección educativa al diálogo,
otorgándole cierto protagonismo en el establecimiento de nuevos límites, dado
que tendremos que adecuar a su
desarrollo dichas pautas y de esta manera fomentar su individuación y
desvinculación para favorecer su constitución como sujeto independiente con
criterio propio para emanciparse y buscar su autonomía. Vamos a tener
que esforzarnos por aprender a negociar y consensuar con ellos el ajuste de sus
propios límites respecto de los nuestros, para alcanzar una convivencia
agradable para todos.
Entendemos entonces
que el progresivo cuestionamiento de la norma conforme a su maduración, de
manera acompañada por el adulto, negociada y consensuada entre los padres y los
hijos, ayuda a construir el mundo personal de los mismos con sus propias reglas
y normas ajustadas al contexto social donde se desenvuelve, favoreciendo su desarrollo
personal e individuación.
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