Comentamos en otros artículos
cómo algunos padres se sienten frustrados cuando aparecen conductas violentas
en sus hijos (recordemos que la violencia no sólo puede ser física, sino
también verbal, psicológica, económica, destrozos....).
Comienza la preocupación: “¿esta
situación es puntual?”, “estas reacciones no son normales”; “comienzo a tener
miedo porque cada vez son más frecuentes y van subiendo de tono”; “no hace caso
a nada”; “no nos respeta”... y muchas más.
A continuación surgen las dudas: “¿por
qué está sucediendo si actuamos como siempre?”; “¿qué podemos hacer?”; “lo
hemos “intentado todo” y nada funciona”; etc.
Es entonces cuando se reflexiona:
“hay que tomar alguna decisión porque no se puede convivir así”: “es grave,
pero ¿tanto como para denunciar a mi propio hijo/a?, pero tampoco lo puedo
dejar pasar porque no sé hasta dónde puede llegar”. Muchas veces, aunque no sea
del todo consciente, detrás de estas preguntas existe un temor social, es
decir, “¿qué pensarán los demás de nosotros?”: “han denunciado a su propio
hijo/a”; “no han sabido educarle”; “han sido demasiado duros/blandos”, y un
sinfín de cuestionamientos más.
Después está el desconocimiento
de los recursos existentes, “si le denuncio a la policía le llevarán al
reformatorio”; “si le denuncio me odiará más y ya no habrá vuelta atrás”;...
Según sea el caso se puede recurrir a la red pública: Servicios Sociales de
Zona del Ayuntamiento; Fiscalía de Menores; Servicio de Menores; etc.
De estas dudas, miedos y
reflexiones por parte de los padres preocupados por esta dura situación, nace el
Espacio Ariadna en la Fundación para la Atención Integral del Menor (FAIM), un
lugar de encuentro y diálogo para que todos los integrantes de la familia
puedan expresar sus sentimientos y así poder encontrar alternativas para
recuperar una convivencia sana.
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