Hemos hablado sobre cambiar la forma de comunicarnos con nuestros hijos,
pero ¿cómo? Hoy le vamos a dedicar unas pocas líneas a las interpretaciones que
realizamos sobre lo que los demás nos dicen y también de lo que escuchamos.
Es muy común en todo ser humano dotar de sentido al lenguaje oral que nos
transmite la persona que nos habla, ¿por qué lo hacemos?, porque el mundo lo
interpretamos no sólo literalmente sino también en lo expresivo: entonación,
silencios, gestos corporales, expresiones faciales, entorno en el que nos
encontramos, situación concreta, estado de ánimo, experiencias anteriores y
muchos aspectos más que nos influyen a la hora de recibir un mensaje
determinado, pero también cuando lo emitimos.
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Aprendiendo a comunicar facilitamos el cambio deseado |
En las relaciones conflictivas que nos ocupan, hijos-padres, la comunicación torna en circular, es decir, casi sabemos con certeza qué va a contestar el adolescente (o eso creemos) y cómo va a reaccionar; y a la inversa, él o ella saben qué se les va a decir (o eso creen) y qué pretenden conseguir sus progenitores, por este motivo es frecuente escuchar-nos frases de este tipo: “qué pesado/a eres, ya me estás rallando siempre con lo mismo” – “nunca haces caso a lo que te digo, siempre haces lo que quieres y no escuchas”; resumiendo, podríamos concluir que unos no quieren escuchar y los mayores pretenden que se les atienda repitiendo idénticas letanías siendo que nunca han obtenido una respuesta satisfactoria.
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